jueves, 2 de marzo de 2017

GRANADA PALACIO DE LOS INFANTES

GRANADA HOY 11 AGOSTO, 2013 La Casa de los Infantes, un palacio lleno de historia y arte • Se han perdido para siempre del callejero nombres otorgados por la población y el uso que describían perfectamente los espacios que ocupaban, quién los ocupaba o qué había en ellos 11 AGOSTO, 2013 - 01:00H COMO ya vimos anteriormente, la desaparición del núcleo principal de la Medina granadina, como consecuencia de la apertura de la Gran Vía, fue un desastre para el patrimonio inmueble granadino, del que se consiguió ir salvando algunas cosas por el empeño de la Comisión de Monumentos y por propia iniciativa de la Reformadora Granadina, empresa concesionaria de las obras de demolición y urbanización de la nueva calle. Pero también supuso la desaparición de un residuo urbanístico totalmente medieval, al que no había llegado la fiebre del ensanche y la alineación que ya había aparecido en Granada a mediados del siglo XIX. Pareja a estas pérdidas, también desapareció la rica toponimia que nombraba el dédalo de calles que componían la zona. Eran nombres otorgados por la población y el uso que describían perfectamente los espacios que ocupaban, quién los ocupaba o qué había en ellos. Se han perdido para siempre del callejero nombres como Espalda del Ángel, Angosta de la botica, Gandulfo, Isleta, Lecheros, Mesa Redonda, Pozo de Santiago, etc. Esta es una pérdida inmaterial que desgraciadamente se sigue produciendo en nuestra ciudad; no hace muchos años, al remodelar la Plaza de Isabel la Católica, ensanche para que desemboque la Gran Vía, desapareció una acera que, desde la Calle Reyes Católicos, se iba elevando sobre la rasante hasta llegar a la Placeta de las Descalzas; se llamaba Sierpe Alta y su nombre venía de la columna con la talla de un dragón que tenía el edificio de los Córdovas. Desapareció el edificio, pero se mantuvo la memoria de una de sus partes y de su ubicación original en el callejero. Hoy, ni eso. También, es verdad, ocurrió lo contrario con la calle Cetti Meriem, que tomó el nombre de uno de los edificios derribados, que tenía entrada por la calle de la Cárcel Baja y ocupaba los sesenta metros de anchura de las expropiaciones, desde la Calle del Colegio Eclesiástico hasta la de Abenamar. Era uno de los conjuntos -pues también tenía un huerto o jardín- más grandes de la zona y de mayor importancia histórica y artística. Se trata del palacio nazarí del siglo XV, también conocido como Casa de los Infantes, por haber sido propiedad de los Infantes de Almería, una de cuyas descendientes, Cetti Meriem, casó con Pedro Venegas que adoptó el nombre de Ridwan Bannigas. Éste dirigió desde el palacio, en 1431, la conspiración que acabó con el derrocamiento de Muhammad IX El Zurdo y la entronización de Yusuf IV. Este linaje de Ridwan y Meriem desembocaría en la familia Granada Venegas que ostentaron la alcaldía del Generalife y otras posesiones, como la Casa de los Tiros. El edificio tenía una fachada del siglo XVI, con una gran galería de arcos y antepechos que coronaba la planta alta, reproducida en un dibujo de Paula Valladar, que fue el escenario de una singular disputa, con motivo de las decoraciones que puso la familia para el Corpus de 1588, pues llevaban las armas de los Granada Venegas, lo que no estaba permitido, por lo que el alcalde de corte ordenó descolgarlas. Esto produjo un gran alboroto entre la familia y otros nobles que casi acaba con la vida del alcalde. Cuando comenzó el derribo, la casa palacio estaba en plena decadencia y se había convertido en casa de vecinos y taller de carpintería, pero no había perdido prácticamente ninguno de sus elementos de gran belleza. Los arcos, puertas y techos se encontraban bajo capas y capas de cal y ladrillo, pudiéndose apreciar, en el trabajo de documentación realizado por la Comisión de Monumentos, su gran parecido con el palacio de Dar al-Horra que, afortunadamente, sí ha llegado hasta nuestros días, lo que nos permite tener una referencia visual para su reconstrucción mental. Es decir, una casa-patio con dos o tres plantas, con patio rectangular y pórticos con arcos decorados en los lados menores. Uno de ellos, el Sur, conducía, tras una monumental portada con ventanitas de celosía, a una alargada sala con alhanías y, sobre ella, un pabellón mirador que se volcaba al jardín, algo similar a la disposición de Lindaraja. Esta estancia se había desfigurado mucho al adosarle salas laterales. Como dijimos, durante la demolición se pudieron hacer fotografías, sacar planos y salvar algunas de las piezas más interesantes; entre ellas, varios de los arcos con yeserías, que fueron llevados al Museo Arqueológico. Estos arcos fueron montados posteriormente en el edificio de Castril, sede actual del museo, siendo desmontados en los años ochenta y trasladados hasta los Nuevos Museos de la Alhambra, donde se encuentran en la actualidad. La pena de esta decisión es que, con el cambio de uso del nuevo edificio, estos arcos han quedado en el interior de zonas de gestión de la Alhambra y los museos de Bellas Artes y de la Alhambra y, por tanto, no son fácilmente visitables por el público. De todas formas, la pieza excepcional que sí podemos disfrutar fácilmente son las fabulosas puertas de taracea, cuajadas de lacería, de una alhacena del palacio. Fueron localizadas en un anticuario granadino por Gómez Moreno-Martínez quien informó a Torres Balbás, adquiriéndolas éste, en 1928, por 5.000 pesetas para el Museo de la Alhambra, donde hoy se custodian. Sin duda, la Casa de los Infantes o Palacio de Cetti Meriem es la gran pérdida de toda la Gran Vía, de la que no nos queda más que el recuerdo, las fotografías de la Comisión de Monumentos y dos estupendos trabajos de Paloma Sánchez Campos en los Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, volumen XVI y Antonio Orihuela Uzal en Casas y palacios nazaríes, siglos XIII-XIV.

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